Para empezar, nuestra profesión es un constante sube y baja, emocional y económico: empezamos proyectos que nunca avanzan, avanzamos con proyectos que se caen a los tres meses, concluimos una tira de 6 meses y luego si no hay suerte nos pasamos los siguientes seis meses sin trabajo (a veces, hasta un año). Con este panorama, se vuelve obvio que, cuando hay abundancia de trabajo, es una tontería (de hecho, un suicidio económico) decir "no".
En segundo lugar, nuestra capacidad creativa no se ve necesariamente drenada por un proyecto. Más allá del agotamiento que puede producir una tira, por ejemplo, nuestra imaginación siempre está funcionando en distintos niveles, pensando en las historias que nos quedan por contar, deseando tener la oportunidad, por un rato, de cambiar de geografía imaginaria, de género, de personajes. Nos gusta vivir varias vidas: por algo trabajamos de esto.
Claro, llevar a cabo algo así requiere organización. Y un criterio realista de las posibilidades personales.
Durante seis meses, hice dos tiras a la vez dentro del mismo equipo. Terminé absolutamente quemado, y eso que mi responsabilidad como co-autor era acotada; no quiero saber cómo terminó el autor de ambas. Además, esto repercute directamente sobre la calidad de los proyectos, que se ve obviamente afectada por el agotamiento del equipo.
En estos casos, como hacen algunos autores, lo mejor es delegar: formar dos equipos con sus respectivas cabezas, y dedicarse a supervisar el trabajo de ambos y, sobre todo, el avance de las historias generales. Tirar lineas, armas sábanas. Y que el resto las desarrolle.
El problema es que muchos autores consideran que, si no escaletean, no están cumpliendo seriamente la función de autor. Y, seamos honestos, cualquier autor que hace dos escaletas por día (o dialoguista que escribe un capítulo por día en vez de medio), termina seriamente quemado al cabo de un período breve. Entonces sí, la calidad del trabajo se reciente seriamente, y nos merecemos el título de "mercenarios" (esto sin contar a los autores que dejan todo en manos de los equipos y se dedican a... el dolce far niente).
Pero hay otra forma de hacer las cosas. Creativamente. Con criterio, responsabilidad y respeto hacia el propio equipo y hacia aquellos que ponen el dinero para hacer el programa.
Ahí sí que tener un kiosco no es un negocio de segunda, sino todo un orgullo.
2 comentarios:
Le podría haber contestado al tipo que este año me llamaron casi a la vez de cuatro proyectos distintos. Cuatro. Tres producciones largas (dos de ellas documentales) y un corto. Como no sabía cuál se podía caer, decidí dar una respuesta afirmativa a los cuatro.
El primer documental no sé si se cayó o no: a la semana la directora y esposa del productor decidió prescindir de las guionistas, o al menos eso fue lo que oí cuando telefoneé pidiendo explicaciones de por qué no nos llamaban ni llegaban los contratos. De momento, no sé si siguen produciendo, pero no ha habido más noticias.
El segundo documental pedía un compromiso "en prácticas", sin contrato ni acreditación, de tres meses antes de comenzar a trabajar en la obra propiamente dicha. Solicité un compromiso escrito de reconocimiento de crédito como míniimo, y escogieron a otra persona.
La película tuvo problemas de financiación y no sé si podrán contar conmigo o preferirán un equipo más reducido.
Y el cortometraje, que todavía no tiene financiación, es el único proyecto que ha avanzado, y ha comenzado la preproducción.
Como para comprometerse en firme con uno solo.
Saludos desde España.
Si para muestra falta un botón, aquí hay cuatro! Estamos en una profesión muy difícil, Small Blue Thing... aquí y en todas partes, por lo visto! Pero qué bueno que podamos compartir experiencias. Me encantó tu sitio, La Campana de Cristal (http://cristaljar.blogspot.com/). Un beso!
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