La primera vez que mi hijo se sentó en el suelo frente al televisor (cosa que no hace ni con su amado Mickey) a ver el Episodio V, pensé que era una casualidad extraña. La segunda vez, con el Episodio IV (se ve que no le importa el orden) me pareció extraño, pero no casual. No me hizo falta una tercera para darme cuenta de que a Joaquín le llaman la atención la vieja trilogía de La Guerra de las Galaxias.
¡Tenía que ser algo que pasó a través de los genes! Se me ocurrió probar qué sucedía mostrándole alguna temporada de Star Trek, pero no quise abusar de mi suerte.
Finalmente, observando Episodio IV con mi hijo, después de muchos años de no verla, me di cuenta de la verdad: Joaquín se estaba preguntando cómo era posible que una película con un guión tan pobre, apenas apoyado en un resumen de varios relatos y personajes arquetípicos, había podido pasar a la historia del cine (por no decir a la historia de la vida de uno). También se preguntaba cómo podía ser que, aun así, continuara siendo un espectáculo disfrutable. Esas dudas lo mantenían pegado al piso, mirando.
Es bueno que, de generación en generación, las preguntas importantes aparezcan cada vez más temprano.
1 comentario:
Posible respuesta para Joaquin: Cuando el arte nos representa algo simple de forma simple nos produce placer el sentirnos comunicados en forma universal ya que todos vemos y entendemos de forma similar las cosas basicas (el heroe, el bien y el mal, el viaje, etc)
Y en defensa de nuestra "ingenuidad" te recuerdo que cuando se estrenó la pelicula (1977) no existian o no debian existir "los rebeldes" enfrentandose a "la republica"...ver eso era revelador no?
Publicar un comentario