viernes, 9 de octubre de 2009

ESC.36 INT. CAMARINES 2 -- DÍA

"Tiene que morir en cinco capítulos", me dijo el autor por teléfono. Me quedé sorprendido. No estábamos hablando de un bolo, ni siquiera de un actor secundario. La futura muerta era nada más y nada menos que una de las protagonistas, cara de los afiches en la calle y las gráficas para revistas.
Okey, contesté, ¿qué pasó? Pasó lo que tenía que pasar, me respondió el autor. Se cansaron de ella. No hay forma de razonar con la susodicha, y afectó a tal punto al resto del elenco que la situación se hizo insostenible. ¿Entonces, qué hacemos? Escuché el sonido de la sonrisa soterrada del autor, cuál Patán disfrutando de la situación, que me contestó: "tirémosla por el balcón". Ouch. Qué muerte indigna para un personaje. Otro de los principales que tuvimos que matar (uno que se fue solo de la tira, amigablemente), tuvo su momento de muribundia con altas dosis de dramatismo, en brazos del Galán. Una salida heroica, por todo lo alto. Pero a ella no iba a tocarle tal suerte. Alguien (que simbolizaba a todos sus compañeros) la iba a arrojar por el balcón. No me acuerdo si luego le tiraban un piano encima. O una caja fuerte. O un yunque.
¿Cómo llegamos a esto? Por un problema de comunicación.
Cuando se le vende un papel a un actor, en las reuniones previas a su contratación, se le cuenta con el mayor detalle posible de qué va su personaje: características, lugar en la historia, evolución, posible salida, etc. Se trata de ser claros, para que no haya confusiones: los actores tienen su ego, y de entrada hay que ser cuidadosos.
A esta actriz se le vendió el personaje de MALA. Con motivos, está bien, para que no fuera una maqueta; modigerada por cierto carisma, es verdad, para que el espectador pueda relacionarse con ella; una mala moderna si se quiere, como no; pero MALA al fin. Esto significa, a la hora de los bifes, desearle el mal a la pareja protagónica, y llevar a la práctica ese deseo.
Quizás fueron demasiado cautos en la forma en que le vendieron el personaje, para no ahuyentar a la actriz, haciéndole creer que MALA era un termino relativo o que el trasfondo freudiano del personaje permitía entender MALA como BUENA. O quizás ella escuchó lo que quizo. Un poco de ambos, probablemente.
La cuestión es que, avanzado el primer tercio de la novela, cuando al personaje de ella no le quedó más alternativa que comenzar a actuar su maldad con alevosía y premeditación, la actriz se negó.
No fue una cuestión de palabras, sino de actitudes. Actuaba sus escenas de mala con tanto encanto y vulnerabilidad, que terminaba opacando a la protagonista (que también tenía lo suyo, pero esa es otra historia). Llevó las cosas a tal punto, que uno se preguntaba por qué corno el Galán iba a dejar a esa preciosidad para irse con la protagonista, que no le movía un pelo a nadie. En vez de ser la tercer rueda de la bicicleta, la actriz se convirtió en manubrio.
Era increíble de ver. Una mala amotinada, tratando de robarse la novela. Una Jessica Rabbit diciendo, con voz sensual, "no soy mala, es que me han dibujado así".
Dicen que las novelas donde los malos no son realmente malos, psicosis incluida, no pueden funcionar. Es posible. Lo cierto es que tanto el autor como los productores creían que no, así que trataron de convencer a la actriz de que fuera MALA de una vez y se dejara de escorchar. Primero de buena manera. Después, no tanto. Pero todo fue inútil. Aunque al principio pareció colaborar, enarcando las cejas y mostrando los dientes como buena malvada, en última instancia siempre encontraba el loop para salirse con la suya.
No quería ser mala, eso es todo. Quería robarse al Galán, a la audiencia.
Y se robó a sí misma.
La última vez que se la vio, estaba parada en un balcón.
And like that, is gone.

3 comentarios:

Nat González dijo...

I Love your blog.
Aquí estudiante de guiones Chilena.
Pasaré seguido.

Marcelo Cabrera dijo...

Gracias Natálie!
Tu blog http://lamalanaty.blogspot.com/ está muy bueno también.
Un beso para vos

Unknown dijo...

Clásico de clásicos.

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