Ricardo Aronovich, que acaba de ganar el premio a la trayectoria de IMAGO (la Federación Europea de Directores de Fotografía), ha tenido lo que el llamaría "el privilegio" de trabajar con grandes como Costa Gavras (en Missing), Ettore Scola (en El Baile y La Familia) y Louis Malle (en Murmullo del corazón), y por supuesto en Invasión, de Hugo Santiago (que considera la mejor película del cine argentino).
Desde los 70, Ricardo está radicado en Francia.
Hace poco, intercambiamos algunos mails. En uno de ellos, hablando de guiones, Ricardo me comentaba que, para él, "lo principal de un guión es que sea creíble, pero sobre todo, que le llegue al corazón a uno, y por lo tanto (esperemos), también al público".
Les copio el resto de su comentario: "pero no es solamente eso, creo que depende de cada uno también; en mi caso tiene que ser MUY interesante tanto en la propuesta como en el impacto emocional que a uno le debe producir... Un buen guión es algo intangible y hasta uno puede pasar al lado sin darse cuenta o no entenderlo enteramente, que es lo que me sucedió con el enorme film que hice con Alain Resnais, PROVIDENCE. Sabía a medida que leía que era un gran guión, pero no lo entendía cabalmente porque todo estaba en la cabeza de Resnais y su co-guionista inglés, David Mercer. Recién al filmarlo, y sobre todo cuando pude ver la edición final del film, fue que entendí cabalmente lo que quería expresar".
Teniendo en cuenta que es director de fotografía, un rubro eminentemente técnico, pensé que el acercamiento de Ricardo al guión iba a pasar más por una cuestión de ese orden. Pero no. Corazón fue la palabra clave. Intangible.
Después de todo, luz y color también son emociones, ¿no? Vale la pena tenerlo en cuenta a la hora de escribir. Usamos palabras, pero si estas no trasmiten emociones, luz, colores, música, nunca encontrarán su camino a la pantalla.
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