lunes, 22 de febrero de 2010

ESC.80 INT. QUEMADO -- DÍA/NOCHE

"Estás quemado", fue la sentencia laboral. Primero, la negué de plano. Argumenté en contra, utilizando todo tipo de armas a mi alcance: condiciones de trabajo, desencuentros estilísticos, tiempos. Pero luego, un lector de este blog me dejó caer el comentario que decantó la aceptación: "te leo un poco cansado". No me quedó más remedio que enfrentar la realidad. Estoy quemado. Temporalmente, estoy seguro (la experiencia lo indica). Necesito vacaciones. ¿Quién no? ¿Qué guionista no?
Escribir en continuado demasiado tiempo se transforma en algo parecido a ir manejando por una autopista de noche y cansado. Primero, los ojos empiezan a pestañear como peces buscando aire, agotados. Luego el entorno va desapareciendo lentamente y solo vemos lo que tenemos delante, el o los carriles por los cuáles avanzamos, temiendo la aparición repentina de alguna situación u objeto lateral que advertiríamos demasiado tarde. Por último, los faroles que iluminan el camino se van convirtiendo en una linea interminable de luz, como el efecto que generaría alguien moviendo una linterna frente al iris de una cámara de fotos abierto demasiado tiempo. Algo hipnótico que puede conducirnos al desastre. 
En estas condiciones, solo la suerte logra llevarnos a destino.
El papel en blanco no existe. Es una nube gris. Una autopista que no lleva a ningún lado. 

"¿Cuál es el peor enemigo de un guionista?", le preguntaban en una entrevista Santos Mercero, guionista español de series como Hospital Central y MIR"El tópico, que amenaza en cada página, y el plagio, tanto el consciente como el inconsciente", respondió él; "también la rutina. El guionista quemado que escribe de oficio, escarmentado de tantos sinsabores, o sabiendo que le van a reescribir el guión y por tanto todo da igual, es la peor versión de este trabajo".
Creo que todos podemos sentirnos reflejados en estas lineas.
Agregaría otros elementos: el agotamiento por el nivel de exigencia constante a que nos vemos expuestos (o la falta de él, igual de estresante); el fantasma del fin del proyecto actual y el qué vendrá después, que nos acecha siempre; el roce constante entre la industria y el trabajo creativo (narrame esto en solo 30 escenas, con solo 8 exteriores, dos unidades, y el protagonista que solo puede estar en una de ellas durante los siguientes quince días, otra forma de decir "hacé magia", solo por dar un ejemplo); el caos que a veces es la industria; y prefiero no continuar con la lista para no parecer negativo.
El 2009 fue un excelente año para mí: en el primer semestre, Tiempo Final; en el último, Ciega a Citas. Dos proyectos con los que me puedo identificar como autor, más allá de la cuestión contractual.
Pero cuando ahondo un poco más en los recuerdos, me viene a la mente empezar el año con la debacle de un proyecto bastante grande, una coproducción entre tres países, de la cual fui uno de los autores, que se vino abajo estrepitosamente por cuestiones económicas, con 70% de los decorados construidos, cast completo, cantidad de libros escritos, dejándonos a todos los partícipes en shock.
Luego me acuerdo de un proyecto, también internacional, en el que me vi envuelto en un principio con colosal entusiasmo, pero que me llevó a tener que lidiar con una de las peores personas (profesionalmente hablando) con las que he trabajado (para más detalles, pueden leer el post Mente Autista). Este hombre logró destrozarme los nervios como pocos.
El tercer golpe del año lo viví con otro "profesional", que en un breve reencuentro que tuvimos, logró dejar una marca indeleble en mi ánimo (un retrato del hombre en el post Creatividad Durmiente).
Tres fuertes golpes, leña para una quemazón de la que todavía no me recupero.
La vida del autor es así en general, creo. Golpes, proyectos que no salen, luchas intestinas.
Así y todo, perseveramos. Tiene que ser pasión.

Para terminar este post con una nota positiva, reproduzco la traducción que hizo Patricia Sutherland en su blog de las cinco propuestas de la editora, coach literario y ghostwriter Bobbi Linkemer para combatir el burn out de escritor:

1. Nunca digas nunca: esto es aplicable a todas las cosas en la vida. Es la palabra que con toda seguridad te hará la zancadilla, ya que no es posible saber qué nos deparará la vida o de qué manera nos sentiremos cuando nos toque enfrentarnos a algo inesperado.
2. Admítelo. Estás cansado. Estás harto de hacer lo que haces. Odias a tu jefe/editor/cliente. Estás desmotivado. Eres escritor y estás bloqueado [...]. La cuestión es, no lo niegues ni forcejees con ello. Detente, y toma consciencia de lo que está sucediendo en tu interior. El cuerpo no miente, y si está haciendo un nudo contigo, existe una razón.
3. Que no cunda el pánico. Cuando te sientas quemado, cansado, que estás escribiendo de forma mecánica o que estás demasiado bloqueado para intentarlo siquiera -y alguna vez te sentirás de esta manera-, tómate un recreo [...] Lee un libro, relájate frente a la televisión, pon tu CD favorito, limpia el suelo, arregla tu coche, haz yoga o taichi o karate. Haz cualquier cosa, menos escribir.
4. Sé consciente de que se te pasará. Aún eres una escritoro, de hecho, una buena escritora. No has perdido tu talento ni la pasión por escribir [...] Sé como los taoístas: deja que fluya. No te torturas tanto cuando tienes la gripe ¿por qué hacerlo con este malestar pasajero? Ponlo a cuenta de una fase temporal, y sigue adelante.
5. Piensa en ello detenidamente. Si es serio, si es contínuo, si es doloroso y se resiste a irse, es posible que necesites hacer algo más al respecto que distraerte viendo una película o yendo a patinar. Es posible que necesites considerar detenidamente qué está sucediendo y si en verdad es hora de hacer alguna otra cosa. Yo creo que, llegado ese momento, es posible encontrar caminos para refrescar tu mente y tu creatividad. Pero si no sucede, tienes el derecho a cambiar y encontrar otro canal para tus talentos. No has firmado un contrato de por vida para hacer lo que haces.

Será hora de apagar el fuego entonces. Espero que ayuden unos días en la costa. El agua, la energía de la naturaleza. Calmarse, y luego poner todo en perspectiva. No olvidarse que primero que nada, este es un trabajo de amor. Todo lo demás, pasa.

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