Apoye la mano derecha en la pared, para poder guiarme, y luego empecé a ascender. Resbalé un par de veces: los bordes de los escalones estaban completamente redondeados por las miles de pisadas que habían sufrido, convirtiéndose en una suerte de trampa. Alguien podía morir allí, en una noche sin luna. Alguien debía morir allí; era un escenario demasiado perfecto para que el destino lo pasara por alto.
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