Lo primero que me atrajo del libro fue el autor: David Gilmour. Fanático como soy de Pink Floyd, pensé que era algún tipo de autobiografía del genial guitarrista británico. Pero cuando leí el pie de tapa, me di cuenta de que se trataba de otra cosa: "Un padre, su hijo y una educación nada convencional". El título del libro era Cineclub (Mondadori, Reservoir Books, 2009). Un rápido vistazo a la solapa me informó sobre el autor: este Gilmour era un reconocido periodista y escritor canadiense, del cuál pueden saber un poco más entrando aquí. La contratapa solo agregaba tres lineas: "Ni escuela, ni trabajo, ni drogas: solo tres peliculas a la semana". Era suficiente para mí. Me alejé de la librería sabiendo que, en algún momento, el libro y yo íbamos a encontrarnos.
Pasó seis meses después. Salía de terapia, donde solíamos conversar sobre mi rol de padre, que con un año y medio de antigüedad aun era (y es) totalmente novel. Caminando de vuelta a casa por una parte de avenida Nazca muy similar a Once, me encontré con una pequeña librería. Y allí, en vidriera, estaba Cineclub. Era el momento perfecto para que nos reuniéramos. Me lo llevé a casa.
Aunque no es un libro largo, me llevó un mes leerlo (coyunturas laboro-temporales de por medio). Desde las primeras páginas supe que iba a escribir un post sobre él, pero no quise hacerlo hasta pasar la última página. Lo que sucedió este fin de semana, dejándome con una sonrisa agridulce y una sensación de nostalgia y sabiduría (prestada) respecto a la experiencia de ser padre en momentos de crisis, y la inevitable partida de los hijos, que como dijo Khalil Gibran, no son nuestros sino de la vida.
En Cineclub, Gilmour cuenta la historia del momento en que descubrió que su hijo de 16 años no quería terminar la secundaria. Dándose cuenta de que, si lo presionaba, solo iba a conseguir que se alejara más, Gilmour le hizo una propuesta: darle permiso para dejar la secundaria, a cambio de que viera tres películas por semana con él. Jesse, el hijo, aceptó la propuesta.
Así comienza la historia: padre e hijo sentados frente a la TV, viendo una cuidada selección de cine de todas las épocas, con títulos como Los cuatrocientos Golpes, La dolce vita, Pulp Fiction, Showgirls, Annie Hall, Un tranvia llamado deseo, Nido de ratas, Robocop, El padrino, Mujer bonita, entre otras.
La ecléctica lista obedece a un lento proceso de "educación afectiva" realizada por Gilmour, en la cual cada título se relaciona con cuestiones emocionales y madurativas de Jesse.
Al mismo tiempo que se dan las sesiones de cine, la vida de Jesse continúa y Gilmour la sigue con atención, preocupación y devoción. Episodios dramáticos con mujeres, peligrosos con drogas, aburridos con trabajos mediocres, son acompañados por Gilmour sin ánimo represivo o aleccionador. En todo momento, Gilmour apuesta a que, por más que su hijo está en crisis, la inteligencia que ha fomentado en él desde pequeño y el profundo efecto de las películas que le está mostrando, llevarán a que Jesse salga adelante.
"Qué regalo tan raro, milagroso e inesperado fueron esos tres años en la vida de un joven, en un momento en que normalmente empiezan a cerrar la puerta a sus padres", reflexiona Gilmour al fina del libro. "Y qué suerte tuve al no tener trabajo y disponer de tanto tiempo libre. Días, tardes y noches. Tiempo" (esta reflexión me parece especialmente apropiada para los que están en nuestra profesión).
En lo que se refiere a la experiencia cinematográfica que relata el libro, pocas veces he leído un texto que reflejara mejor la relación entre el cine y la vida. Casi todas las ideas que expresa Gilmour en el libro respecto de las películas que ve con Jesse, se articulan alrededor de la relación entre el cine y la vida. En un sentido artístico, filosófico y práctico. Y lo que me pareció más excitante de esta visión, es que Gilmour, si bien aprecia la parte formal, se concentra en la médula de las películas: las historias que cuentan. Los guiones son la materia que le permiten generar el relato a través del cual irá guiando a Jesse hacia una nueva vida.
No les cuento más para no arruinar la experiencia de leer Cineclub.
Y luego, probablemente, rever la lista de películas que ayudaron a Jesse a atravesar la adolescencia hasta convertirse en hombre.
1 comentario:
hermoso! todos los padres a leerlo ya!
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