En estos diez días de descanso que me tomé desde el último post, entre otras cosas, volví a una vieja costumbre: ir a la primera función del cine. Entiendo perfectamente aquello de que ir a ver una película es un acto social, el de compartir un relato con una sala llena de personas, la energía que fluye, el inconsciente colectivo y la mar en coche. Valoro todo esto, pero a veces valoro más la tranquilidad de una sala casi vacía a la una o dos de la tarde, sobre todo ahora que los cines han sido condenados en su mayoría a cohabitar con los shoppings, lo que genera perturbaciones de todo tipo.
En fin, que fui al cine, a ver en pantalla grande Shutter Island, la última película de Martin Scorsese, uno de los últimos grandes directores de cine de la actualidad, a mi parecer. La premisa de la película (un dúo de policías es enviado a investigar un caso de desaparición en un hospital psiquiátrico-prisión enclavado en una isla de la cual, supuestamente, nadie puede escapar), me parecía interesante, y el trailer prometía imágenes poderosas. Scorsese probando por primera vez el lenguaje del suspenso, del terror. No hacía falta mucho más para tentarme.
Pero sí recibí mucho más de lo que esperaba.
Shutter Island, me hizo acordar a Cape Fear, la remake que Scorsese realizó en 1991 del clásico de 1962. En su momento, Cape Fear me sorprendió por su música de género ampulosa, su uso por momentos desquiciado de la cámara, esa intención de crear una suerte de hiperralismo a partir de un lenguaje de género que Scorsese "traiciona" en virtud de darle forma a su propio lenguaje. Shutter Island va por el mismo camino.
Basado en una novela de Dennis Lehane (autor de otras dos novelas llevadas con gran éxito al cine, Mystic River y Gone Baby Gone), el guión de Laeta Kalogradis le da el medio perfecto a Scorsese para insuflar al material de su propia visión: borrar las fronteras entre géneros de la manera en que le sirva mejor a la historia.
Shutter Island es, simultáneamente, una película de misterio, un thriller, una película de horror, y un film noir; pero no permite que ninguno de estos géneros las constriña, sino que extrae de ellos ciertos elementos nucleares y los conjuga para darle forma a un nuevo lenguaje. Quizá lo más preciso sea decir que es un film de suspenso psicológico, donde lo psicológico no es parte de la trama, sino que se convierte en la trama misma.
Podría decirse que, en su corazón, el guión trata sobre la percepción de la realidad. ¿Cómo la construimos, todos nosotros? Claramente, no es solo observando lo que sucede alrededor. Nuestra percepción de la realidad se construye a través de recuerdos, de sueños, de fantasías, de deseos: estos son los "lentes" a través de los cuáles miramos el devenir cotidiano de aquello que el conjunto de la humanidad ha decidido llamar realidad. Tanto Kalogradis como Scorsese parecen nutrir su película de este tipo de conceptos, de visión: lo que sucede en Shutter Island es lo que le sucede a los personajes internamente, antes que un asunto de trama. Aquí es donde abandona los géneros de los cuáles se nutre: la trama nunca se vuelve determinante de lo que sucede, sino que es solo una guía.
Quizá esté pecando de sobre-analizar. No lo sé. Queda en ustedes ver Shutter Island y corroborar, o no, alguna de estas observaciones.
O, en cualquier caso, simplemente disfrutar de una película increíble.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario