Pero este sábado, finalmente, pude sentarme a verlo. Y me acordé de un post que escribí con motivo del estreno de la sexta y última temporada de Lost, en el cual advertía que aquellos que buscaran respuestas en el capítulo final, iban a salir con un gusto amargo en la boca. Y, hasta cierto punto, lo sigo pensando: disfrutar de Lost se volvió hace tiempo disfrutar de un mecanismo, de unos personajes que uno aprendió a querer, de la fascinación por la sorpresa constante, antes que de un misterio resuelto.
Con todo esto en mente, me senté a ver el capítulo final. Solo para ser víctima de una terrible estafa.
Porque creo fervientemente que es así: Lost nos estafó a todos.
Y cuando hablo de estafa, no lo hago a la ligera. Me estoy refiriendo a aprovecharse argumentalmente de la buena voluntad del espectador, de su estado de suspensión de la credibilidad, para hacerle creer que se le está contando una cosa, mientras en realidad se le cuenta otra.
Lo que en muchos casos puede ser una herramienta válida, aquí se vuelve un engaño liso y llano.
Es lo mismo que sucedía, desde mi punto de vista, con Millon Dolar Baby, de Clint Eastwood. Nada hacía suponer, en el primer tercio de la película, que estábamos yendo de una película de "triunfo del espíritu", hacia un melodrama sobre una persona parapléjica. Si bien, argumentalmente hablando, podría decirse que es incorrecto "pre-vender" el plot point, sí creo que es necesario crear un ambiente propicio para que ese plot point no se sienta gratuito, forzado, o como decía antes, parte de un engaño en el cual nos han hecho caer.
En el caso del capítulo final (toda la temporada, en realidad) de Lost, tenemos un enorme engaño argumental, que es: la vida paralela de los personajes, que hemos venido viendo y que, muchos supusieron, se trataba de una suerte de universo alterno, cuántico, en realidad no solo no era relevante para la historia, sino que nos condujo a un final estilo Camino al Cielo que, en todo sentido, queda fuera de tono y de historia.
Uno de los hallazgos de Lost fue siempre la alternancia entre lo que sucedía en la isla, con el pasado e incluso el futuro de sus personajes. Esta alternancia, sin embargo, no era solo un mecanismo vacío, sino que permitía agregar elementos importantes para nuestro conocimiento tanto de la historia, como de los personajes.
Obviamente, a la hora de establecer la linea paralela en esta temporada, los showrunners de Lost se encontraron con un gran vacío: ya no tenían flashbacks, flashforwards, nada real con lo que alimentar válidamente ese espacio. Qué hicieron entonces? Tomaron ventaja del entrenamiento pavloviano bajo el cual han tenido a todos los espectadores durante tantos años, para venderles pescado podrido: una historia absolutamente blanca y tonta, estilo Michael Landon, cuyo principal pecado es no colaborar para nada con la trama. De hecho, no solo no colabora, sino que la hunde, sacando de tono y de eje a la verdadera historia, la de la Isla.
Así que nos engañaron. Nos vendieron Lost, pero cuando abrimos el paquete, era Ghost Whisperer.
Nos escamotearon algo importante: la verdad.
Y en lo que se refiere a la verdadera historia, la que transcurre en la isla, también hubo robo.
Estábamos predispuestos a aceptar el hecho de que no iban a poder cerrar todas las puertas abiertas durante seis años. Aceptábamos que, incluso, muchas de esas puertas eran de cartón pintado y, simplemente, no conducían a ningún lado.
Pero el grado de despreocupación de los guionistas por responder aunque sea un mínimo porcentaje de las cientos de preguntas pendientes, combinado con la ligereza, con el deus ex machina utilizado para las respuestas que sí (supuestamente) dieron, nos habla de otra estafa argumental.
Tenían todos los elementos para concluir Lost correctamente. Pero quedaron atrapados en sus propias trampas narrativas: aquello que significaba libertad, se convirtió en una cárcel.
No es la primera vez que pasa, ni será la última. La televisión es así.
Goodbye, Lost.
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