"Dos personas que se aman y un guionista dispuesto a separarlos hasta el último capítulo"
El título de la nota que incluía la frase era "Dos amantes frente a su enemigo, el guionista".
Me gustó lo de "enemigo". Porque escribir una telenovela tiene algo de batalla. Y no me refiero al consabido tema de la lucha contra el rating, o la disputa constante con los productores, e incluso con los actores. Estoy hablando de la posición del guionista con respecto de la historia, Y su relación con ella.
La telenovela es un universo autosuficiente. Aun cuando determinados temas que incluye puedan estar más o menos conectados con la realidad (pienso en Vidas Robadas, por ejemplo), una vez que el guionista pone en marcha el mundo de la ficción, este desarrolla una vida propia. Cuando nos encontramos en esta arena, es que comienzan las batallas y nos volvemos amigos o enemigos de todos.
- Hay dos personajes creados para amarse (en este sentido, mantenemos viva la idea de "destino"), que debemos mantener separados, y no hay forma de hacerlo sin volvernos sus enemigos, sin exponerlos a todos los males del mundo, encarnados en los "malvados" de la historia; esto, sin embargo, nos transforma a nosotros mismos, en cuanto creadores, en los principales malos, o como decía la frase del principio, en los "enemigos" del amor; solo en la medida que tratamos de destruir el amor, es que podemos generarle el ámbito para que triunfe.
- La fuerza increíble de los malvados genera una inercia contra la que hay que batallar constantemente, para que no se roben la historia. Y es que el deseo del malo es tanto más abarcativo que el deseo de los amantes, cuyo mundo se circunscribe al deseo del uno por el otro, mientras que los malos desean no solo separarlos, sino que tienen un apetito voraz por dominar el destino de todos los que los rodean, o sea, de todo el mundo en el cual funciona la telenovela.
- Hay una batalla de fondo en todo esto, en la cual pasamos esquizofrénicamente de un lado hacia otro (¿como en la vida misma?): es la batalla del Eros, el impulso de amar, el deseo por el otro, y la necesidad de prolongar la existencia mediante los hijos, versus el Thanatos, el impulso que nos lleva inevitablemente a la muerte (aquí se esconde también el concepto de entropía) y madre del dolor y el sufrimiento inherente a la condición humana.
- Luego hay una batalla que peleamos diariamente, la de entrar y salir de este mundo con reglas propias, que queda atravesado en nuestra vida real. No es que vayamos a vestirnos de Súperman y tirarnos por la ventana, pero es tanto el esfuerzo necesario para seguirle el ritmo a ese mundo inventado, para dividirnos constantemente entre el bien y el mal, que muchas veces nos cuesta horrores salir de él. Cuando la novela se termina, corren parejos sentimientos de alivio y de vacío.
Por suerte, el género exige que triunfe siempre el amor, así que al finalizar la novela podemos abandonar nuestra personalidad de enemigos (que a veces puede ser más disfrutable que la de amigo de los enamorados) sin remordimientos y entregarnos al "gozo" del triunfo del bien y el amor.
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